mercoledì 20 novembre 2013

Neruda Canto General



Los conquistadores
I
Vienen por las islas (1493)

 
Los CARNICEROS desolaron las islas.
Guanahaní fue la primera
en esta historia de martirios.
Los hijos de la arcilla vieron rota
su sonrisa golpeada
su frágil estatura de venados,
y aún en la muerte no entendían.
[…]
Y cuando el tiempo dio su vuelta de vals
bailando en las palmeras,
el salón verde estaba vacío. 
[…]
I conquistatori
I
Giungono alle isole


I predatori desolarono le isole.
[…]
I figli dell’argilla videro spezzati
i sorrisi colpita
la loro fragile struttura di cervi
[…]

II
Ahora es Cuba

 
Y luego fue la sangre y la ceniza.
Después quedaron las palmeras solas. 
[…]
Por los valles de la dulzura
bajaron los extermiandores,
[…] 
Cuba, mi amor, que escalofrío
te sacudió de espuma a espuma,
hasta que te hiciste pureza,
soledad, silencio, espesura,
y los huesitos de tus hijos
se disputaron los cangrejos.


 
II
E ora a Cuba


E dopo fu il sangue e la cenere
Poi rimasero le palme desolate
[…]
Per le valli della dolcezza calarono gli sterminatori
[…]
Cuba, mio amore, che brivido
ti scosse di spuma in spuma,
fino a quando diventasti purezza, […]

e le piccole ossa dei tuoi figli
se le disputarono i granchi.

III
Llegan al Mar de México
(1519)



A Veracruz va el viento asesino.
En Veracruz desembarcaron los caballos.

Las barcas van apretadas de garras
y barbas rojas de Castilla.  

Son Arias, Reyes, Rojas, Maldonados,
hijos del desamparo castellano,
conocedores del hambre en invierno
y de los piojos de los mesones.  

[…]



Irían a morir o revivir detrás
de las palmeras, en el aire caliente
[…]



El hambre antigua de Europa, hambre como la cola
de un planeta mortal, poblada el buque,
el hambre estaba allí, desmantelada,
errabunda hacha fría, madrastra
de los pueblos, el hambre echa los dados
en la navegación, sopla las velas:


"Más allá que te como, más allá,
que regresas
a la madre, al hermano, al juez y al cura,
a los inquisidores, al infierno, a la peste.  

Más allá, más allá, lejos del piojo,
del látigo feudal, del calabozo,
de las galeras llenas de excremento".  


     Y los ojos de Núñez y Bernales
     clavadas en la ilimitada
     luz el  reposo,
     una vida, otra vida,
     la innumerable y castigada
     familia  de los pobres del mundo. 

III
Giungono al Mar del Messico
(1519)
[…]

[...]

Le imbarcazioni vanno stipate di grinfie
E barbe rosse di Castiglia.
Sono Arias, Teyes, Rojas, Maldonados,
figli della desolazione casigliana,
conoscitori della fame in inverno
e dei pidocchi nelle locande.
[…]

Andavano a morire o a rivivere oltre
Le palme, nell’aria infuocata
[…]

La fame antica d’Europa, fame come
La coda
Di un pianeta mortale, popolava lo scafo,
la fame stava lì, sconvolta,
errabonda, accetta fredda, matrigna
dei popoli, la fame getta i dadi
nella navigazione, soffia sulle vele:
“Più in là che ti sbrano, più in là,
che altrimenti dovrai ritornare
alla madre, al fratello, al giudice, al parroco,
agli inquisitori, all’inferno, alla peste.
Più in là, più in là, lontano dal pidocchio,
dalla frusta feudale, dalla prigione,
dalle galere piene di escrementi”.

E gli occhi di Núñez e Bernales
Inchiodati nella illimitata
Luce del riposo,
una vita, un’altra vita,
l’innumerevole e tormentata
famiglia dei poveri del mondo.
IV
Cortés

Cortés no tiene pueblo, es rayo frío,
corazón muerto en la armadura.
[…]
Ya avanza hundiendo puñales, golpeando
las tierras bajas, las piafantes
cordilleras de los perfumes,
parando su tropa entre orquídas
y coronaciones de pinos,
atropellando los jazmines,
hasta las puertas de Tlaxcala.
Hermano aterrado, no tomes
como amigo al buitre rosado.
desde el musgo te hablo, desde
las raíces de nuestro reino.
Va a llover sangre mañana,
las lágrimas serán capaces
de formar niebla, vapor, ríos,
hasta que derritas los ojos.
IV
Cortés



[…]
E avanza affondando pugnali, colpendo
Le basse terre, le rampanti
Cordigliere di profumi,
Schierando le sue truppe fra le orchidee
E le corone di pino,
calpestando […]

Fratello atterrito, non accogliere
Come amico l’avvoltoio roseo,
dal muschio ti parlo,
dalle radici del nostro regno.
Pioverà sangue domani



 VII
Guatemala

Guatemala la dulce, cada losa
de tu mansión lleva una gota
de sangre antigua devorada
por el hocico de los tigres.  

[…]  


   En: Canto General 

Los Conquistadores
 VII
Guatemala


Guatemala la dolce, ogni pietra 
della tua casa porta una goccia
di sangue antico divorato
dal muso delle tigri.
[...]
XXV


[…] La luz vino a pesar de lo punales
XXV
[...] La luce venne malgrado i pugnali

     
Los Libertadores

Fray Bartolomé De Las Casas

[...]
surge una luz antigua, suave y dura como un metal, como
sorge una luce antica, dolce e dura come un metallo, come

un astro enterrado. Padre Bartolomé, gracias por este regalo
un astro sotterraneo. Padre Bartolomè, grazie per questo regalo

de la cruda medianoche, gracias porque tu hilo fue invencible:
della crudele mezzanotte, grazie perchè il tuo filo fu invincibile:
[...]
[...]

Eras realidad entre fantasmas encarnizadas, eras    

la eternidad de la ternura sobre la ráfaga del castigo.
[...]
Hoy a esta casa, Padre, entra conmigo.
Te mostraré las cartas, el tormento de mi pueblo, del hombre perseguido.
Te mostraré los antiguos dolores.
[...]
Toqui Caupolicán

En la cepa secreta del raulí
creció Caupolicán, torso y tormenta,
[…]

Supieron que la hora había acudido
al reloj de la vida y de la muerte.
Otros árboles con él vinieron.

Toda la raza de ramajes rojos,
todas las trenzas del dolor silvestre,
todo el nudo del odio en la madera.
Caupolicán, su máscara de lianas
levanta frente al invasor perdido:
no es la pintada pluma emperadora,
no es el trono de plantas olorosas,
no es el resplandeciente collar del sacerdote,
no es el guante ni el príncipe dorado:
es un rostro del bosque,
un mascarón de acacias arrasadas,
una figura rota por la lluvia,
una cabeza con enredaderas.

De Caupolicán el Toqui es la mirada
hundida, de universo montañoso,
los ojos implacables de la tierra,
y las mejillas del titán son muros
escalados por rayos y raíces.


El empalado

Pero Caupolicán llegó al tormento.

Ensartado en la lanza del suplicio,
entró en la muerte lenta de los árboles.

[…]

El Toqui dormía en la muerte.
Un ruido de hierro llegaba
del campamento, una corona
de carcajadas extranjeras,
y hacia los bosques enlutados
sólo la noche palpitaba.

No era el dolor, la mordedura
del volcán abierto en las vísceras,
era sólo un sueño del bosque,
el árbol que se desangraba.

En las entrañas de mi patria
entraba la punta asesina
hiriendo las tierras sagradas.
La sangre quemante caía
de silencio en silencio, abajo,
hacia donde está la semilla
esperando la primavera.

Más hondo caía esta sangre.

Hacia las raíces caía,

Hacia los muertos caía.

Hacia los que iban a nacer.

 

XV    LAS HACIENDAS 

La tierra andaba entre los mayorazgos
de doblón en doblón, desconocida,
pasta de apariciones y conventos,
hasta que toda la azul geografía
se dividió en haciendas y encomiendas.
Por el espacio muerto iba la llaga
del mestizo y el látigo
del chapetón y del negrero.
El criollo era un espectro desangrado
que recogía las migajas,
hasta que con ellas reunidas
adquiría un pequeño título
pintado con letras doradas.
Y en el carnaval tenebroso
salía vestido de conde,
orgulloso entre otros mendigos,
con un bastoncito de plata.
Pablo Neruda
(1904 -1973)
Chileno.
 
XXI
SAN MARTÍN (1810)
ANDUVESan Martín, tanto y de sitio en sitio
que descarté tu traje, tus espuelas, sabía
que alguna vez, andando en los caminos
hechos para volver, en los finales
de cordillera, en la pureza
de la intemperie que de ti heredarnos,
nos íbamos a ver de un día a otro.
[…]
     Te galopamos, San Martín, salimos
     amaneciendo a recorrer tu cuerpo,
     respiramos hectáreas de tu sombra,
     hacemos fuego sobre tu estatura.
     Eres extenso entre todos los héroes.
[…]
Tu abarcaste en la muerte más espacio.
     Tu muerte fue un silencio de granero.
     Pasó la vida tuya, y otras vidas,
     se abrieron puertas, se elevaron muros
     y la espiga salió a ser derramada.
   […]
XXVII
GUAYAQUIL (1822)
CUANDO entró San Martín, algo nocturno
de camino impalpable, sombra, cuero,
entró en la sala.
                                      
Bolívar esperaba.
[…]
       Las palabras abrieron un sendero
       que iba y volvía en ellos mismos.
       Aquellos dos cuerpos se hablaban,
       se rechazaban, se escondían,
       se incomunicaban, se huían.
       San Martín traía del Sur
       un saco de números grises,
       la soledad de las monturas
       infatigables, los caballos
       batiendo tierras, agregándose
       a su fortaleza arenaria.
      
Entraron con él los ásperos
       arrieros de Chile, un lento
       ejército ferruginoso,
       el espacio preparatorio,
       las banderas con apellidos
       envejecidos en la pampa.
Cuanto hablaron cayó de cuerpo a cuerpo
en el silencio, en el hondo intersticio.
No eran palabras, era la profunda
emanación de las tierras adversas,
de la piedra humana que toca
otro metal inaccesible.
Las palabras volvieron a su sitio.
Cada uno, delante de sus ojos
veía sus banderas.
Uno, el tiempo con flores deslumbrantes,
otro, el roído pasado,
los desgarrones de la tropa.
       Junto a Bolívar una mano blanca
       lo esperaba, lo despedía,
       acumulaba su acicate ardiente,
       extendía el lino en el tálamo.
       San Martín era fiel a su pradera.
       Su sueño era un galope,
       una red de correas y peligros.
       Su libertad era una pampa unánime.
       Un orden cereal fue su victoria.
       Bolívar construía un sueño,
       una ignorada dimensión, un fuego
       de velocidad duradera,
       tan incomunicable, que lo hacía
       prisionero, entregado a su substancia.
       Cayeron las palabras y el silencio.
      
Se abrió otra vez la puerta, otra vez toda
       la noche americana, el ancho río
       de muchos labios palpitó un segundo.
           San Martín regresó de aquella noche
           hacia las soledades, hacia el trigo.
           Bolívar siguió solo.

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